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El descubrimiento de la expansión del universo realizado por Edwin Hubble y Milton Humason en la década de 1920 conmocionó a la sociedad entera; sus observaciones demostraron que las predicciones de la Teoría General de la Relatividad sobre el origen del universo eran correctas.
Por primera vez en la historia se hacía posible decir algo coherente y demostrable sobre el origen de todas las cosas. El impacto cultural fue tan grande que, casi un siglo después, aún resulta casi imposible de medir.
En la actualidad existen varias teorías que pretenden explicar en detalle como nació el universo y como será su evolución futura. Para poder elegir a una de ellas es necesario medir un parámetro conocido como “la constante de Hubble” que permite medir el ritmo de la expansión del cosmos.
Hasta ahora, todos los intentos de realizar esta medición con exactitud habían fallado; el dato que teníamos tiene un error cercano al 10%, que resulta demasiado grande como para elegir la mejor teoría para explicar la evolución del cosmos.
Gracias a un trabajo conjunto que – apropiadamente – involucró al telescopio espacial Hubble y a varios de los mejores telescopios terrestres, fue posible medir este valor con gran precisión… el problema es que ahora es necesario explicar una discrepancia entre el ritmo de expansión actual del universo y lo que sabemos que sucedió durante los primeros breves milenios después de su origen.
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